Por Rosa Campusano
Desde el personal que te recibe en la puerta, la acogida de los docentes hasta la asistencia de los psicólogos, Loyola es una institución que marca a todos los que, de una forma u otra, se involucran en ella. La psicóloga Carolina Luis es un vivo ejemplo de esa marca indeleble con la que el Instituto Politécnico Loyola sella a quienes por aquí pasan, y se ha encargado de hacerlo de manera correcta en cada alumno que ha recibido en su oficina o con los que se cruza en los pasillos.
“Definitivamente, Loyola es una institución que marca a sus estudiantes y a sus colaboradores. En mi caso, me ha impactado profundamente la importancia de la formación espiritual, los espacios de reflexión, talleres, retiros que ofrece, donde muchas veces las personas pueden encontrar las respuestas a temas personales no resueltos”, expresó la psicóloga Carolina, actual coordinadora del área de Cuidado Integral. “Aquí he aprendido a acercarme a las personas sin juicio, a mirar más allá de lo evidente. Detrás de cada historia hay un universo que merece ser escuchado”, comparte con emoción.
Su historia en la institución inició en enero de 1994 como psicóloga orientadora en la tanda vespertina del Colegio Cooperativa Loyola. Años más tarde, en 2003, se integró también a la jornada matutina en la Escuela Primaria “Padre Silvio González”. A lo largo del tiempo ha trabajado en todos los niveles: Inicial, Primario y Secundario. Hoy lidera la unidad de Cuidado Integral, desde donde acompaña al equipo de psicólogas y a los dispensarios médicos, con una mirada puesta en el bienestar integral de toda la comunidad educativa. “Mi rol siempre será estar abierta a recibir los cambios que vengan y contribuir desde mi experiencia en el crecimiento de la Institución”, agrega.
Para Carolina, trabajar en una institución educativa es una doble bendición. Le ha dado la oportunidad de crecer en lo profesional, y al lograr que sus hijos estudien en esta, le dio la facilidad de involucrarse en el proceso de enseñanza-aprendizaje, darles acompañamiento, participar en las actividades extracurriculares, hasta que terminaron sus estudios y tuvieron la oportunidad de autogestionarse. “Hubo una etapa en la que prácticamente nuestra vida entera se desarrollaba aquí”, recuerda entre sonrisas.
¿Qué le motiva a seguir? —Una pregunta que, con tanto tiempo laborando, pensaría en responder: “ya es mi tiempo de descansar”; sin embargo, ser parte del crecimiento y desarrollo de los estudiantes le motiva a continuar: “ver a lo largo de sus vidas los cambios positivos que van dando y poder impactarlos de una manera beneficiosa”, con esto se siente satisfecha.
“Otro aspecto que valoro —continúa Carolina— es la igualdad de oportunidades que la Institución brinda a los jóvenes, dando espacio para aquellos que provienen de contextos sociales desfavorecidos para que puedan prepararse y ser personas productivas con una formación de calidad. Es gratificante ver cómo todos en un aula son iguales y tienen buena convivencia”.
Aprovechó la oportunidad para enviarle un mensaje a los jóvenes que inician su camino en Loyola: “Háganse un proyecto de vida con metas claras, aprendan a gestionar su tiempo y no olviden que aquí se les pedirá dar lo mejor de sí. ¡Y hagan ejercicio!”
En su tiempo libre, le apasiona conocer otras culturas, recorrer nuevos lugares y expandir su mirada del mundo. Y es justo eso lo que transmite en su labor diaria: una mirada amplia, humana y comprensiva que ha dejado huellas profundas en quienes han tenido el privilegio de encontrarse con ella.