Por Rosa Campusano
Amante del deporte y del turismo interno, así es Carlos Pereyra, director de la Facultad de Ingeniería del Instituto Especializado de Estudios Superiores Loyola (IEESL), quien inició sus labores en nuestro centro de estudios en 2009. Pereyra reconoce que le “impacta positivamente” saber que es parte de un proceso que transforma la vida de los egresados y de sus familias, gracias al crecimiento profesional y personal que reciben. “Valoro el rol de la institución como un ente que promueve el desarrollo social”, agrega.
Durante sus 15 años al frente de esta Facultad, Pereyra destaca que uno de los mayores desafíos que ha enfrentado es el diseño de las carreras de técnico superior y el rediseño de las cuatro carreras de ingeniería en medio de la pandemia, además de la implementación del nuevo sistema de gestión para el desarrollo del IEESL. “Esa fue una experiencia que me permitió aprender a gestionar la diversidad del talento para alcanzar un propósito común”, expresa.
“La educación, en sentido general, está experimentando cambios profundos. La UNESCO ha señalado que, en un mundo en constante evolución, se requieren competencias para el aprendizaje a lo largo de la vida, que permitan la realización individual, la cohesión social y la prosperidad económica”, añade el ingeniero.
En sus dos décadas y media dentro del Loyola, Pereyra continúa investigando y preparándose para seguir formando hombres y mujeres competitivos, compasivos, conscientes y comprometidos con la sociedad, sobre lo cual expresa: “A partir de mis estudios doctorales quisiera seguir profundizando dentro de la línea de investigación en la que he trabajado y animando a otros investigadores de la Institución para que puedan desarrollar proyectos que contribuyan al bienestar social del país”.
Egresado del bachiller técnico y tecnólogo del IPL, Pereyra recientemente presenció con orgullo el reconocimiento de su hija como estudiante meritoria en la Institución. Para él, ser parte activa de su proceso educativo, mientras coordina su rol como docente, le brinda una doble satisfacción: la de acompañarla en su crecimiento académico y la de contribuir, junto a sus colegas, a la formación de futuros profesionales a través de una educación de calidad en todos los niveles.
Hablar con Pereyra es conocer casi cuatro décadas de historias del Instituto Politécnico Loyola, ya que ingresó en nuestra ciudad educativa en 1986 en el Nivel Primario y, con el tiempo, pasó a ser colaborador, función que desempeña hasta la fecha. Además, forma parte de una familia con una fuerte tradición en Loyola, aquí su abuelo trabajó por más de 25 años, y aquí su padre también estudió y colaboró. Ahora, sus dos hijas continúan el legado como parte de la familia ignaciana.
Ante la pregunta sobre qué aprendizaje o valores adquiridos en Loyola le han marcado profundamente, responde sin dudar: “El magis, ese esfuerzo por alcanzar lo que nos proponemos y buscar la profundización en todo lo que hacemos”. Ese mismo esfuerzo le sirve de combustible para innovar, investigar y dar lo mejor de sí en cada ámbito de su vida. Más allá de su desarrollo profesional, busca equilibrar su vida personal sin descuidarse a sí mismo. “Dedicarme tiempo como persona es fundamental para poder dar lo mejor de mí a los demás”, enfatiza.