Por Rosa Campusano
Si te das una vuelta por el primer ciclo de secundaria, te vas a encontrar siempre con un rostro sonriente que transmite paz y esperanza. Allí te va a recibir la señora Elizabeth Sosa, quien, con 21 años sirviendo a esta institución jesuita, ha hecho suya la frase ignaciana: “En todo amar y servir”. Ese amor por la enseñanza que se pone de manifiesto en el servicio a los demás, es una de las cualidades que describe a esta educadora que funge como subdirectora del Nivel Secundario del Instituto Politécnico Loyola.
Fue en el año 2001 cuando Elizabeth llegó formalmente al Loyola como maestra de Matemáticas, pero su amor por la Institución existía desde antes, ya que, a través de su esposo, colaborador en el IPL, comenzó a asistir a las actividades que se realizaban para toda la familia. Esta inclusión la motivó a querer formar parte de la entidad y, en el año 1997, se formó como docente en la Escuela de Formación de Maestros Loyola, donde recibió el título de Técnica en Educación. Cuatro años después, inició sus labores.
Sosa comenzó como maestra en los grados de 50 y 60 de primaria; luego fue asignada a 70 y 80, mientras coordinaba el área de Matemáticas del Nivel. En agosto de 2013, pasó a formar parte del equipo de Matemáticas y Física del Nivel Secundario, trabajando de manera simultánea con el Centro de Formación y Actualización Docente (CEFADO), especialidades, licenciaturas y diplomados, a través del convenio entre Loyola, el Ministerio de Educación (Minerd) y el Instituto Superior de Formación Docente “Salomé Ureña” (Isfodosu). En el año 2010, la maestra, quien ha transformado la vida de miles de estudiantes, dejó las aulas y asumió el cargo de subdirectora del Nivel Secundario.
“Estos cambios me retaron, obligándome a salir de mi zona de confort de más de 12 años de hacer prácticamente lo mismo, a navegar a otro espacio de conocimiento el cual demandaba noches completas de preparación con la mera intención de hacer las cosas como requiere la Institución: bien, sin dejar de lado ese rostro humano de siempre servir a los demás”, expresa Elizabeth al reconocer que esta transición ha sido lo más difícil que ha vivido en sus dos décadas en el Politécnico Loyola.
La maestra tiene como meta seguir creciendo dentro del IPL, colaborar en la formación de nuevos profesores y en su corazón alberga la esperanza de que Loyola contemple nuevamente la Escuela de Formación de Maestros. “Entiendo que mis estrategias y didáctica en la enseñanza responden muy bien a los aprendizajes de los estudiantes y eso que tengo quiero ponerlo al servicio de los demás desde ese espacio”, expresó.
Elizabeth es la “profe” de Matemáticas que ama escribir, cantar, disfrutar de una buena tertulia con sus amigos, pero lo que más le conforta es pasar tiempo de calidad con su familia. Esa familia que ha podido coordinar sabiamente con su vida profesional, pues como dije más arriba, su esposo, Favio José Adames, fue el primero en llegar al IPL, luego Elizabeth, y por último sus tres hijos. “La familia completa está permeada del aura ignaciana”, agrega una sonriente y orgullosa esposa, madre y profesional.
Al concluir esta entrevista, Elizabeth envía un mensaje a los jóvenes que están empezando sus carreras en Loyola. “Que confíen en ellos, en sus capacidades y que se dejen guiar de sus docentes y familias. Que vean al Loyola como esa casa que no solo los forma en conocimientos, sino en virtud. Los enseña a ser gentes de paz, de amor, de entrega y de servicio”.
“Me encantas tú”, “aposté a ti”, “juntos lo lograremos” son algunas de las frases que la profesora repite a sus “niños” y que hemos elegido destacar en la redacción de este artículo. Según la anécdota de algunos estudiantes del primer ciclo, la señora Elizabeth es ese rostro humano que los recibe en las mañanas y los despide en las tardes.