Por Rosa Campusano
Una sonrisa, un trato digno, dedicación, servir desde el amor y, sobre todo, con humildad, son las cualidades que acompañan el trabajo de servicio que realiza el señor Obispo Félix desde su llegada al Instituto Politécnico Loyola en 1982 con tan solo 23 años, y hoy, más de cuatro décadas después, continúa sirviendo con el mismo trato de siempre.
“A veces uno hasta con una sonrisa ayuda a las personas”, reconoce el hombre de 65 años al recordar, entre sus tantas anécdotas, una que hasta lo hizo llorar, sobre una estudiante del interior que ingresó a la Institución y, alejada de sus seres queridos, se sentía sola y decía que todo lo que veía “era monte”.
“Había una niña que venía desde el interior. Ella iba siempre a saludarme en la mañana, yo no sabía por qué ella se acercaba al escritorio y cuando terminó sus estudios, me hizo llorar con lo que me dijo: ´Mire Obispo, yo me quedé a estudiar aquí por usted. Yo vengo desde el interior y no tengo a nadie aquí. Yo anduve el Politécnico entero y todo lo que veía era monte, y usted me recibió aquí con una sonrisa y eso me marcó y me quedé. ¿No ve que venía siempre donde usted a saludarle? ´, y eso me hizo llorar. Siempre le di una sonrisa y la traté con respeto, como a todos los que pasan por donde yo estoy”, recordó Obispo al cumplir 42 años sirviendo en esta institución jesuita.
Este fue su primer trabajo formal, llegó al IPL por recomendación de un tío, que también era parte del equipo que colaboraba, “en ese tiempo ni siquiera existía el Departamento de Gestión Humana. Todo ahora es muy diferente”, cuenta Obispo. Llegó para trabajar en Servicios Generales, en el patio; luego fue a la cocina como ayudante, recuerda que posteriormente, como parte de un proceso de reestructuración, se cerró la cocina, y le ofrecieron la oportunidad de continuar en la institución, como primer portero en la entrada principal.
En esa posición, en la cúpula y que antes no funcionaba de entrada, Obispo descubrió su vocación de servicio. Sobre sus hombros pesaba una gran responsabilidad, recibir y documentar a todo el que entraba y salía del Loyola. “Ahí recibí a muchas personas y todos los días agradezco al Politécnico por esa oportunidad, yo, un hombre que solo hice un cuarto de primaria y tener esa gran responsabilidad. Agradezco a Dios que haya puesto en mí ese servir con amor. Si estoy en la puerta doy amor, eso fue lo que Dios me dio”.
Actualmente Obispo Félix es uno de los que recibe a los niños del Nivel Primario, allí, cada mañana cientos de infantes le sonríen y sus padres le confían su mayor tesoro, él siempre ofrece una sonrisa y un trato amable, con el mismo agrado los despide al concluir la jornada laboral. “Este trabajo me llena de vida”, expresa Obispo con un rostro que refleja la satisfacción del deber cumplido.
Esposo, padre de tres y con un cuarto curso de primaria realizado, Obispo agradece a Loyola la oportunidad de trabajar con ellos durante tanto tiempo, ya que con este empleo pudo sostener económicamente a su familia y echarlos hacia delante.
El señor Félix recomienda mantener la humildad, uno no sabe dónde estará mañana. “Siempre ser humilde, no solo con las personas que colaboran aquí, también con las que vienen. Recibir al que viene, recibir al que está y cuidar la Institución, porque esta es la vida de nosotros”.