Por: Rosa Campusano
Se siente la brisita, las luces en las casas, el movimiento de las personas en las calles, todo es indicio de que ha llegado una de las épocas más esperadas del año.
–¡Ya está cerca! —se le escucha decir a alguien. –Aún falta mucho —expresa otra persona.
–Es que el ambiente es diferente –dice una mujer, quien junto a su familia está inmersa en las compras de adornos para que su casa sea la más decorada de la comunidad.
En medio del bullicio de la ciudad, en una esquina de la calle, sobresale una casa pintada de naranja y amarillo. No destaca por sus colores, ni por los adornos de la época, en ella una familia ha decidido realizar la celebración de una forma diferente. En esta ocasión prepararán su mente y corazón para recibir el hermoso regalo. Mamá, papá y sus dos hijos, Andreylis y Asael, vivirán esta época de festividades de una manera especial.
El padre, de nombre Andrés, compró ramas de pino y junto a su esposa e hijos hicieron una corona de Adviento como símbolo del amor de Dios, que no tiene principio ni fin, unas flores rojas a su alrededor resaltaban el verde resplandeciente. En el centro de la corona, cuatro velas, cada una con significados diferentes. Este fue uno de los primeros retos que esta familia asumió, realizar una actividad juntos con un mismo sentir y que los mantenga unidos.
Domingo 3 de diciembre, el primero de Adviento, la familia se reúne a cenar y al concluir leen la lectura del día tomada del evangelio de san Marcos 13, 33-37, reflexionaron en el mensaje, oraron y luego Andreylis encendió la primera vela de color morado como símbolo de la esperanza que trae la Navidad.
El segundo domingo, 10 de diciembre, la familia se volvió a reunir para encender la segunda vela, también morada. Reflexionaron en la lectura bíblica de ese día tomada del evangelio de san Marcos 1, 1-8, oraron y luego el hijo menor, encendió la luz, símbolo de la paz.
Diciembre 17, el tercer domingo, la alegría se siente en aquel hogar cristiano y no es para menos, cada día está más cerca la celebración del nacimiento del niño Jesús. La familia, reunida alrededor de la mesa, conversa con ánimo sobre cómo habían vivido los dos primeros domingos de adviento. Tras la cena, procedieron a leer la lectura del día tomada del evangelio de Jn 1,6-8.19-28, reflexionaron en ella y luego oraron. En esta ocasión la madre, de nombre María, fue la encargada de encender la vela de color rosa.
Llegó el cuarto domingo, este 2023 coincide con la cena de Noche Buena, 24 de diciembre. El hogar se llenó de personas; padres, abuelos, tíos y primos calientan el lugar en el que Jesucristo reina. La lectura de ese día, tomada del evangelio de san Lucas 1, 26-38 narra la Anunciación. Papá, encendió la última vela de color morado, símbolo del amor.
Todas las velas fueron encendidas y por primera vez entendieron el verdadero significado de la Navidad: el nacimiento de Jesús. Agradecieron por conmemorar ese momento juntos.
La esperanza miró con complicidad a la paz, quien sonrió con alegría y llenó de amor todo el lugar, sin pronunciar palabras entendieron que su mente y corazón debe de estar preparado, no solo en una época del año, sino todos los días de sus vidas hasta la llegada del Emmanuel.
"El Adviento es un camino hacia Belén. Dejémonos atraer por la luz del Dios hecho hombre". Papa Francisco