Entusiasmo, esperanza y alegría caracterizaron el panorama que se vivió en el Instituto Politécnico Loyola (IPL). La gran ciudad técnica celebró, este miércoles 31 de julio, el Día de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, orden religiosa que dirige el centro educativo desde su fundación, en 1952. A la cita conmemorativa acudieron autoridades jesuitas de la provincia Antillense, antiguos alumnos, colaboradores y miembros de la comunidad.
Cada año, en un encuentro donde están representadas todas sus áreas, el Politécnico pasa balance a los resultados de su labor y define el camino a seguir durante el siguiente período educativo.
En ese sentido, el padre rector, José Rafael Núñez Mármol S.J., indicó que “este año es muy importante porque estamos cerrando el tercer año de la Planificación Estratégica, después de dos años y medio de trabajo en equipo que hemos hecho. Este año hay que recoger, este es un año de recogida y de apertura, porque tenemos que abrirnos al próximo plan”, indicó el rector, durante el acto de presentación de resultados.
Al término de la jornada, se ofició una eucaristía en celebración del día del santo fundador, cuya espiritualidad y paradigma pedagógico guían la formación del estudiantado del IPL.
El profesor José Luis Luna, del departamento de Pastoral explicó que la fiesta de San Ignacio es una doble celebración: “se ofrece a Dios el año escolar que está en proceso de iniciar y se presenta el plan de trabajo actual”.
Luna expresó que el acontecimiento adquiere un carácter institucional, ya que une a toda la academia como cuerpo y se rinden cuentas del año académico que culminó, “es una fiesta de mucho significado a nivel religioso que permite a toda la familia Loyola hacer conciencia de la misión de educar y acompañar a los jóvenes que se forman en el Politécnico”.
La profesora Eloyda Álvarez, directora del Centro de Formación y Actualización Docente (CEFADO), maestra con más de 30 años en la Institución, señaló que la labor docente que ha desarrollado en Loyola fue concebida desde el cerebro al corazón para formar individuos con valores éticos y con espíritu crítico.
Álvarez resalta, además, la importancia de vivir la enseñanza desde la pedagogía y espiritualidad ignacianas, experiencias que llevan a los profesores a dar el magis y ayuda tanto a los docentes como a los estudiantes a enfrentar los tiempos actuales.